El papel del artista-escritor en la sociedad actual

Bien, antes de comenzar, quiero agradecer a Maritza Barreto, Presidenta del Club del Libro y del Círculo de Escritores de la 5ª Región, su más que generosa presentación. Gracias, Maritza, estuvimos en noviembre del año recién pasado en la Sociedad de Escritores de Santiago hablando de este libro, junto a Manuel Andros, conductor de las Tertulias Abiertas del Centro Cultural de España. Ya entonces quedamos con una tarea pendiente con tu presentación, esto es, tratar de definir cuál, exactamente, es el género de escritura de este libro. Y ya iremos desenredando esta madeja, a fin de descifrar esta suerte de androginia o hermafroditismo (maridaje más bien) entre ‘novela’ como tú la llamaste, y ‘relatos autobiográficos’, como los denomino yo.

Pero, comenzaremos por el principio mismo de la historia: Cómo nació este libro —«Un Canal… Un Camino… Impresiones de Elisea»—, en su relación con otros dos similares. Partiendo de él, describiremos un amplio círculo en cuyo interior pretendemos alcanzar a desarrollar el tema de esta ponencia: “El invierno de nuestro descontento: El papel del artista-escritor en la sociedad actual”, en base a dos títulos del escritor norteamericano John Steinbeck.

Y regresaremos luego a él, al libro que estamos presentando, a ver si logramos esclarecer en qué consiste este ‘género literario’ y cómo se relaciona con el ‘papel del escritor’.                                                             

Bien, comenzaremos con lo que podríamos llamar el ‘método de trabajo’ en la escritura. Y también cómo el azar ha intervenido, no sólo en la escritura sino en las lecturas de otros autores que han ido saliendo al camino de esta escritora.

Brevemente comentaré que empecé a escribir, como el ejercicio de una vocación tardía, a los 53 años de edad,  el 7 de abril de 1994, día de la muerte de mi madre. En el bus que corría hacia la ciudad de Temuco, surgieron la mayor parte de los poemas que conforman un primer libro «Versos escondidos» (publicado luego en Santiago en 1995). A éste le sucedió «El grito en la sombra» (publicado al año siguiente: 1996).

En forma paralela a estos poemas, comenzaron a salir de la pluma relatos, relatos y más relatos; relatos de corte autobiográfico. En forma aleatoria, sin orden cronológico, en realidad sin ningún orden, a medida que iban asaltando las remembranzas. En un momento dado se llega a tal acumulación de archivos en la computadora que se hace necesario introducir un orden. Es entonces que surge la carpeta (ícono): tres, para ser precisos, tres carpetas, cada una con su correspondiente título. Entre todos los relatos disponibles, resaltan tres que proporcionarán un nombre a cada carpeta: Es así que nacen los libros:

«Un Canal… Un Camino… Impresiones de Elisea» (que estamos presentado hoy), a partir del relato titulado “Un canal… Un camino…”;

«El Puente quebrado. Once relatos de Guerra, Memoranza y una Marcha de Amor» (éstas son historias de desencuentros de pareja), a partir del relato “El puente quebrado”;  y,

 «¡Más chilena que los porotos!… De nuestra Identidad», a partir del relato “¡Más chilena que los porotos!…” (textos relacionados con las peculiaridades del carácter o idiosincrasia del chileno).

Un dato curioso: a medida que surgen los relatos, éstos se van pegando, como imantados, a su carpeta correspondiente. Y es así cómo estos tres libros, a manera de una seudo trilogía, fueron engrosando sus páginas  en forma paralela en el computador.

Bien, nuestra ponencia, lo recordamos, se titula: “El invierno de nuestro descontento: El papel del artista-escritor en la sociedad actual”, en base a dos títulos del escritor norteamericano John Steinbeck. Para aproximarnos a Steinbeck en relación al papel del escritor, daré lectura a un texto del libro inédito: «¡Más chilena que los porotos!…De nuestra Identidad». El relato —para ser exactos, se trata de una suerte de ‘recomendación’—  se titula: “Las Uvas de la Ira”(3), y fue escrito alrededor del año 2006. Yo había llegado a fines del 2002 a Loncura, aledaño a Quintero, y aun cuando contaba con dos computadores Macintosh de mesa y una Impresora StyleWriter II de Apple, no tenía conexión a Internet. De modo que solicité en Rotary Club hacer uso de la red gratuita destinada a los estudiantes. Es así como tuve también acceso a su Biblioteca (la que hoy, lamentablemente, ya no existe), en donde obtuve en préstamo circunstancial de verano la novela Las Uvas de la Ira (Grapes of Wrath), sobre cuya lectura basé la escritura del texto homónimo. Anotaremos que al año siguiente de su publicación en 1939, Steinbeck recibió en su patria, los EE.UU. de Norteamérica, y a pesar de la polvareda de encono que levantó esta novela entre sus compatriotas, el Premio Pulitzer de Literatura. Hoy, es considerada su mejor obra.

Bueno, «Las Uvas de la Ira» de Steinbeck me cayeron encima desde las estanterías del Rotary en Quintero. Otra es la historia con «The Winter of our Discontent» («El Invierno de nuestro Descontento». Debo confesar que mis intenciones de leer y estudiar a Steinbeck habían caído en el olvido por laaargos 11 años).

Cuando Maritza me envió en los primeros días de junio su mail desde el Uruguay anunciándome que estaría programada para el Conversatorio del 24 de julio de 2017 en Palacio Rioja de Viña del Mar, hacía sólo unos catorce días –en una de mis incursiones semanales por las ferias de verduras de Loncura y Quintero–, el azar, como ha demostrado ser su buena o mala costumbre, me había propinado otra más de sus frecuentes zancadillas. Esto, en la forma de una doble hilera de no más de cinco libros por fila sobre el asfalto polvoriento (nuestra archiconocida ‘cuneta’) en la calle Huaras de Loncura. Imagino que a gran parte de los escritores que se precian de lectores impenitentes y a todo trance, les sucede algo similar: la parada en seco, el escaneo supersónico de títulos y autores, el descarte de la mayoría de ellos con un airecillo un tanto despectivo, y… de pronto: la joyita.

Y bueno…, ahí estaba: Título bien deletreado en su inglés original con delgadas letras amarillas, autor en gruesos caracteres de color blanco, sobre el forro ajado y cubierto de polvo. «The Winter of our Discontent» by John Steinbeck, así, en su idioma original. (El ojo clínico había detectado en forma casi paralela un segundo título de interés: «El Ideal iniciático» de Oswald Wirth: sólo para refrescar las nociones del esoterismo hermético). Pues, cogí ambos con aire displicente y los labios torcidos, como queriendo decir: “no sé en realidad si me interesa llevarlos…”. El chico se apresuró en lanzar la oferta “Bueno…, los dos por mil…”, para agregar rápidamente a continuación “…, pero éste está en inglés…,”, en tanto me barría de arriba abajo con una mirada algo crítica y dubitativa, como diciendo: “Usted no podrá leerlo”, o “¡Ni sueñe con leerlo!”…               1 )

Una vez en casa, me lancé ‘de hacha’ a la página de los créditos y a la Internet: año de publicación 1961…Primera edición inglesa… Simultánea con su primera publicación en los EE.UU….                    ()

Bien. Si Steinbeck tomó el título de su libro «The Grapes of Wrath» («Las Uvas de la Ira») de un versículo de la Biblia, esta vez recurrió a Shakespaere. ‘The winter of our discontent…’ es  la célebre línea inicial del Ricardo III del dramaturgo inglés. Recordamos que en la obra de Shakespeare, el futuro rey Ricardo logra ser coronado tras haber conspirado en contra  y asesinado a todo aquel que pudiera haber representado algún impedimento para él hacerse del poder. Los príncipes herederos, hijos de su hermano el fallecido Rey Eduardo IV, fueron borrados del mapa y la Historia jamás ha sabido de su destino. Brevemente, en su novela «The Winter of our Discontent»  Steinbeck utiliza el descontento de la familia (mujer e hijos) de su personaje principal, Ethan Hawley, descendiente de familia antigua y poderosa, venida a menos por la traición de sus pares que hicieron en el pasado uso de información privilegiada para apropiarse de sus bienes (¿a alguien le huele a conocido este procedimiento, este modus operandi…?). Ethan Hawley –quien trabaja como vendedor en la tienda de comestibles, de propiedad  de un inmigrante italiano, en el pequeño pueblo de Baytown, California–, es conocido y admirado por su honestidad. No obstante, presionado, sobre todo por las demandas de sus hijos y acicateado por otros personajes del pueblo,  finalmente se rinde y recurre  a  medios deleznables para hacerse de la tienda del italiano y de los terrenos de su amigo de infancia –Danny, quien ha degenerado en el borrachín del pueblo–. Sobre estos terrenos, los ciudadanos conspicuos de la localidad han puesto los ojos para construir allí el aeropuerto que proyectará  al modesto pueblo hacia el ‘desarrollo’ y la ‘prosperidad’. Nuestro protagonista, por los medios ya descritos, se les ha adelantado y ahora exige por la cesión de los terrenos la participación mayoritaria  en la sociedad.

Quiero mencionar aquí brevemente que el escritor norteamericano recibió el Premio Nóbel de Literatura al año siguiente (1962) de la publicación de esta novela, calificada hoy junto a Las Uvas de la Ira como sus obras cumbre.

Con Las Uvas de la Ira, Steinbeck se ganó el desprecio de sus coetáneos por la supuesta ‘traición’ a su propia clase social y a su país, y acabó siendo vilipendiado como ciudadano, calificado por los críticos de la época como escritor mediocre y  sentimentaloide (una suerte de copia frustrada de Hemingway), y acusado por el sistema como agitador social y sospechoso de asociaciones filo-comunistas. Con «El Invierno de nuestro Descontento» al pintar la corrupción, la degeneración moral durante las décadas ’50 y ’60 de su país, el escritor norteamericano se adelanta y finalmente, quienes contemplaron posteriormente en los ‘70 la apertura (el ‘destape’) de la amoralidad desatada por el escándalo del Watergate ( y de ahí en adelante, la desclasificación de información oculta por el sistema) le otorgan la razón al gran escritor norteamericano (sobre la contraportada de The Winter of our discontent se puede leer la inscripción de H.G.Wells: “That tremendous genius, John Steinbeck”). Su novela es considerada hoy un estudio profundo de la condición americana, en tiempos en que ni los propios americanos se habían percatado de que existía tal ‘condición’, como leo y transcribo de una página WEB.

Tras haber sido largamente desacreditado en vida, hoy, los propios descendientes de aquellos ciudadanos conspicuos que llegaron a amenazar su vida, otorgan generosas donaciones al National Steinbeck Center de California que resguarda su legado y que recibe año a año, una enorme afluencia turística y cultural. En colegios y universidades es uno de los autores favorecidos por docentes y académicos –principalmente por su estilo, tan criticado anteriormente–, por llegar, en especial, a las mentes jóvenes y abiertas, con sentido crítico y de reflexión. Los universitarios de primera generación, en particular, conectan de inmediato con el estilo y los temas sensibles de este autor.

The Winter of our Discontent… Creo que no podríamos encontrar un título más actual que éste para describir, no sólo las condiciones sociales y económicas de los EE.UU., sino también de nuestro propio país y de todos los pueblos, en general. Sin embargo, no hay que confundir este ‘descontento’ con la ‘indignación’ creciente en nuestros días. Muy por el contrario, es el descontento de quienes,  no contentos con seguir ‘mascando lauchas’ y reacios a  compartir suerte con las grandes mayorías desposeídas, no estarán dispuestos a seguir contemplando impávidos cómo las minorías privilegiadas se reparten los bienes de esta tierra; y estarán dispuestos a emplear cualquier medio para obtener a toda costa su propia tajada, sin importar los medios empleados.               )

La Historia miente. La Política nos manipula. La Economía nos tiene atados de pies y manos. Y la Religión…, trata por todos los medios de mantener nuestros oídos tapados y los ojos vendados.

¿Será labor de las Artes, –en este caso el Arte de Escribir–, el suplir estas falencias, principalmente de la Historia? Hoy tenemos escritores como Jorge Baradit con su serie Historias secretas de Chile I y II (tengo entendido que estaría apareciendo una III Parte), y Felipe Portales con sus Historias desconocidas de Chile, entre otros autores, que están ‘des-enmascarando’ a la ciencia de la Historia (‘nuestra’ Historia, como chilenos), con un trabajo exhaustivo de investigación. Por otro lado, la humanidad entera está despertando. Ya no se le engaña tan fácilmente (situación a la que, paradójicamente, la virtualidad de la Internet ha contribuido en forma determinante). Y el escritor no puede ni debe quedarse atrás. Steinbeck utilizó la novela naturalista como género literario para plasmar y denunciar a la sociedad de su tiempo….                                                                                               23 )

Aquí es preciso hacer un aparte, breve, debido al margen de tiempo de que disponemos… Prevalece, en ocasiones, la noción de que la función del Arte es “elevar el espíritu”. Por ‘elevar el espíritu’, en general se entiende desprender los pies de la Tierra; lo cual se compadece, sin duda,  con aquella nuestra porción divina que nos ha tocado en suerte en el reino de la Creación: el anhelo indescriptible de encontrar y fundirnos con nuestro origen extra-terrestre. La Música (llamada clásica o selecta) y la Poesía –en particular estas dos expresiones del Arte–, favorecen como ninguna otra, esta disposición. Es altamente probable que en esta búsqueda, espiritual, más de algún poeta haya sido tocado por el rayo iluminador, que la disposición volitiva y el ánimo ardiente le favorezcan con un atisbo, más aún, una inmersión fugaz en esa otra dimensión, décimas de segundo de una aprehensión total del universo circundante…. La experiencia puede ser aniquiladora Y que esa otra Realidad, habiéndolo cogido totalmente desprevenido o insuficientemente preparado, le dejen postrado; puesto que a la experiencia de la Totalidad le ha sucedido la experiencia de la propia Nadidad. A esta aprehensión de lo infinitamente pequeño, la Nada misma de nuestro ser en relación a lo inconmensurable, a esta infinitud  a la que a veces se le llama Dios, puede sucederle la Nostalgia (así con N manyúscula), el deseo ardiente de volver y quedarse Allí, por toda la Eternidad. Como esto es imposible por la propia gravedad ejercida por nuestra materialidad,  el ser quedará envuelto, ahogado en un manto de Tristeza infinita, y ya nada tendrá sentido. Ya nada tiene sentido en este plano al que hemos descendido como hijos de la Tierra. El estado de aniquilamiento será variable. Es imposible determinar taxativamente si la extensión del período de aniquilamiento está relacionada con la profundidad de la experiencia, sólo que en algún caso podría durar unos…, dos años. Dos años de vida terrestre, veinticuatro meses con todos sus días y sus noches, sus horas, minutos y segundos, para volver en sí y comenzar lentamente a aceptar que (a la inversa de lo usualmente invocado) “no somos sólo espíritu, sino que hemos sido hechos materia”, y que nuestro negocio es esta vida, sobre esta Tierra; por el momento… Hasta que Aquel o Aquello resuelva definitivamente que es nuestra hora de volver Allí.

También es cierto que los ha habido: poetas que se han quedado congelados en el Éxtasis (nuestro espíritu encuentra gran solaz y se regocija en el misticismo de Teresa de Ávila  y Juan de la Cruz, sólo por mencionar dos y en nuestra propia lengua).                                                                                                                            )

De modo que, una vez posados los pies sobre tierra firme nuevamente, quienes experimentan esta necesidad de escribir,  se ven forzados a mirar a su alrededor y volver a ocuparse del conocido entorno, nuestras condiciones de vida, resignarse por así decirlo a ser simples testigos de su tiempo.

Volviendo a Steinbeck, decíamos que utilizó la ficción (en inglés, el vocablo fiction es usado como opuesto al verso, esto es, se refiere a la narrativa) para describir lo que sus ojos contemplaron durante su paso por esta vida.

A fines de los años ’90,  un grupo de docentes y académicos de procedencia afroamericana (esto es, negros nacidos en los EE.UU.), altamente intelectuales, muy yuppies, estilosos… tipo Barak Obama, comenzaron a elaborar un estilo de escritura que más tarde fue llamada ‘autocritografía’,término acuñado por el académico y crítico literario Henry Louis Gates, Jr., quien de todos modos lo circunscribe exclusivamente al ámbito académico. Indagando en su propia información autobiográfica y en la de sus antepasados, estos intelectuales comenzaron a cuestionarse y explicarse la sociedad contemporánea de su país utilizando este tipo de ensayo crítico.

Volviendo ahora (estamos terminando de dibujar el círculo) a los tres libros de relatos autobiográficos mencionados al comienzo, entre los cuales se encuentra el libro presentado hoy, veremos que todos los relatos contenidos en ellos, se fueron escribiendo en forma paralela desde el año 1995 aproximadamente (puede perfectamente haber sido mediados o fines del ’94) y son autobiográficos,  altamente críticos.  No obstante, en mi opinión, no pueden ser considerados, como género literario, en esta categoría de autocritografía, por no contar su autora con los conocimientos teóricos especializados ni la voluntad para hacer de ellos ensayos propiamente tales; aun cuando algunos de ellos pudieran ser considerados, a lo sumo, como pequeños ensayos de estilo coloquial. Maritza Barreto no dudó en clasificar en un momento dado el libro en presentación hoy como novela. Es posible que tenga razón, eso sólo el tiempo lo dirá. Cuando el pintor francés George Seurat comenzó a imprimir colores primarios sobre  la tela con la punta de su pincel, con seguridad no racionalizó en su mente que ese estilo de pintar sería llamado más tarde ‘puntillismo’; así como tampoco el Hombre de Cromañón pudo conceptualizar siquiera en su cerebro primitivo como pintura ‘rupestre’ a sus ciervos y bisontes. Del mismo modo escribe el poeta sus versos. Luego vendrán los eruditos, críticos y académicos, con sus huinchas de medir y contarán: tantas sílabas para el lado, tantas líneas para abajo, y le adjudicarán un nombre rimbombante. Y no dejarán de tener razón, puesto que las Matemáticas parecieran haber estado incrustadas en el alma de los poetas desde que los juglares comenzaron a recorrer los pueblos ‘cantando’ las proezas de sus guerreros, la magnificencia de las cortes y las vicisitudes del pueblo. Y aun antes, las Matemáticas han danzado al ritmo de los pueblos originarios en África, América y el resto de los continentes primigenios.

Qué se intenta decir con esto. Que las tendencias parecieran sobrevolar mares y continentes, sin respetar fronteras ni privilegiar ciertos tonos de piel sobre otros. Y que a las mentes alertas y a los  corazones sensibles sólo les basta estirar la mano y atrapar aquello que pasa flotando por sobre sus cabezas. No sólo aquellas tendencias relacionadas a la forma sino también a  los contenidos. Puesto que los tiempos parecen proclamar a los cuatro vientos que la literatura de hoy ha evolucionado de la escritura de combate hacia la escritura reflexiva e interpretativa.

Es por esto que quise traer hoy a este bravo, valiente, escritor norteamericano, que no hizo concesiones a la fama, al éxito, ni siquiera a la convivencia, que se mantuvo hasta el fin fiel a sí mismo y que confió sólo en su propia intuición.

Para finalizar, quiero leer algunas líneas del Prefacio  a este libro «Oficios: Reflejos epigramáticos» (Valparaíso, 2015), líneas escritas en relación a una anécdota que se cuenta allí (leer p. 13)(4)                                         

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  1. Basado en la ponencia de la autora, invitada en el Palacio Rioja de Viña del Mar el 24 de julio de 2017 al Conversatorio organizado por la Unidad de Patrimonio de la Ilustre Municipalidad de Viña del Mar y el Club del Libro, y en el contexto de la presentación de su segundo volumen de relatos autobiográficos “Un Canal… Un Camino… Impresiones de Elisea” (Autoedición, Valparaíso 2016).
  2. Al texto original se ha introducido las revisiones precisas para adecuar su expresión desde la oralidad/audición a la escritura/lectura, cuidando de conservar el archivo original indemne. En consecuencia, se ha suprimido los saludos iniciales; se ha obviado la transcripción de los textos (propios o ajenos) citados, los cuales fueron leídos presencialmente; y, suprimido o redactado, según convenga al caso, aquellas notas anecdóticas, narradas en vivo.
  3. Efectivamente, la lectura del texto “Las Uvas de la Ira”, fue incluida en esta sección.  Puede ser leído en el MENU La Ventana de Miranda con título homónimo.
  4.  “Oficios: Reflejos epigramáticos”. Libro de epigramas auto editado y publicado por la autora en Valparaíso, 2015, presentado en Sociedad de Escritores SECH Santiago en noviembre 2016.Puede ser consultado en el MENU Bibliografía de esta página WEB.

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