A un vendedor de cuello y corbata en la calle
Tú vas yo vengo tú y tu ponderosa valija de quimeras yo, con mi feble canastillo de visiones ambos naufragados de mareas ambos, vendedores de
Puedo entregarte mi verso
flor silvestre
cuatro sencillos pétalos amarillos
a merced de los vientos.
Puedo entregarte mi verso
tierno e indefenso como ave en primer vuelo,
tímido y palpitante cual cervatillo en el claro del bosque,
cristalino como gota de rocío
sobre el terciopelo púrpura de la rosa;
ora transparente como el cristal milenario de la Antártica,
ora oscuro e intransitado
como el azul profundo de los montes del sur.
Puedo entregarte,
humildemente,
mi verso
ingenuo e imperfecto,
como el pastor extiende ante el rebaño
la más tierna hierba, hija
de la entraña primeriza del monte
y de la última lágrima del cielo.
Tú vas yo vengo tú y tu ponderosa valija de quimeras yo, con mi feble canastillo de visiones ambos naufragados de mareas ambos, vendedores de
Cuando regrese de la Muerte luciré en mi frente un listón de color celeste; sí: ¡un listón celeste! Y ocultaré dos marraquetas bajo el brazo,